Especial Valle del Cauca
Un viaje al pasado: descubra las maravillosas haciendas coloniales del Valle del Cauca
Custodiadas por samanes, las haciendas coloniales del Valle del Cauca resguardan el pasado colonial de la región. Convertirlas en museos y hoteles boutique es la propuesta para proteger su legado.
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Fueron propiedad de los primeros feudales colombianos, morada de personajes ilustres, escenarios de las batallas de independencia, monumentos históricos, cunas de expresiones artísticas y culturales, fábricas de caña, casas esclavistas y centros de poder. Son más de 30 las haciendas coloniales del Valle del Cauca reconocidas por su gran valor patrimonial, historia y arquitectura.
Se caracterizan por sus muros de piedra vallados, los portales en sus límites exteriores, samanes de proporciones gigantescas. En su mayoría son casas señoriales muy horizontales con techos altos, de tejas de barro sostenidos por columnas de madera, muros perimetrales en tapia pisada, pisos de madera hechos con árboles acostados o ladrillos delgados, salas de centro y comedores grandes, oratorios y capillas, patios interiores, que casi siempre son el elemento estructurador de construcciones en L que hacen contrapunto con la casa principal, con segundos pisos para las habitaciones de los dueños, enormes jardines y pequeños trapiches, baños de inmersión o pozuelos cerca de ríos, y los salones auxiliares traseros para los sirvientes y esclavos.
La mayoría está en manos de sus dueños o de fundaciones. Por ser bienes de interés nacional para el disfrute de los colombianos, algunas están abiertas al público como museos coloniales y otras se proyectan como complejos mixtos de vivienda, recreación, comercio, cultura y turismo, alrededor de su riqueza patrimonial.
Consolidar una ruta de las haciendas coloniales vinculadas a la Independencia es un sueño que ha tenido ires y venires entre la Gobernación del Valle del Cauca, las alcaldías y las universidades locales. El potencial es enorme y puede compararse con lo que han logrado ciudades en California con los ranchos agrícolas de la era española y mexicana, que se convirtieron en grandes atractivos turísticos por su belleza natural, arquitectura y actividades de caballos, caza y pesca. Hoy son estancias de lujo rústico, especialmente en San Francisco y San Luis Obispo.
Las haciendas coloniales del siglo XIX de Mérida en Yucatán, México, que tuvieron su esplendor con la producción de henequén, una especie de agave e insumo textil, se transformaron en museos y hoteles boutique cuando cayó la industria. Su valor histórico colonial y patrimonial les permitió perdurar en el tiempo y convertirse en lugares exclusivos y muy atractivos para los viajeros.
“Las haciendas de tipología agraria y rural fueron muy señoriales, influenciadas por la arquitectura del sur de España. Las haciendas más representativas son, sin duda, El Paraíso y Cañasgordas, por su riqueza patrimonial”, advirtió José Luis Giraldo, restaurador, arquitecto de la Universidad del Valle y máster en Conservación de bienes culturales de la Universidad de Roma.
Por su parte, Edid Consuelo Bravo Pérez, secretaria de Cultura de la Gobernación del Valle, explicó que tienen el propósito de articular las haciendas que están abiertas al público con las manifestaciones artísticas, culturales y ancestrales de las comunidades, “para que sean espacios vivos de música, investigaciones históricas y literarias, baile, reflexión, educación y proyección de los saberes y oficios tradicionales”.
A continuación, daremos un pequeño recorrido por algunas de las haciendas más emblemáticas del Valle del Cauca. Un viaje por la historia y los sentidos.
Hacienda Cañasgordas
Está ubicada entre los ríos Pance y Jamundí, en la zona suroccidental de Cali. Se construyó desde el siglo XVII. Aquí se gestó el primer grito de independencia de la Nueva Granada. Fue una de las primeras haciendas con trapiche para producir miel y panela. Sumaba 3.000 hectáreas con montañas, ríos, valles, ganado suelto y cultivos de pancoger.
Su último propietario, Roberto Reinales Velasco, la donó para convertirla en el museo de Doña Inés de Lara, protagonista de la novela El alférez real, escrita por Eustaquio Palacios, uno de sus moradores. Actualmente, es administrada por la Fundación Cañasgordas Eusebio Velasco Borrero, de la que hacen parte la Gobernación del Valle del Cauca y la Alcaldía de Cali. Pronto se convertirá en un epicentro cultural del sur de la ciudad, con un proyecto mixto de vivienda, comercio, turismo y cultura.
“Cali tiene un potencial turístico de grandes proyecciones por sus haciendas patrimoniales, similar al de Cartagena y su centro antiguo. A eso le apuntamos”, aseguró Enrique Éder, miembro de la junta directiva de la Fundación Cañasgordas.
¿Por qué visitarla?
Aunque en este momento no está abierta al público, es un lugar que permite conocer cómo era la vida de los virreyes, los escenarios de la novela El alférez real y detalles de la trata de los esclavos en la época colonial.
Hacienda El Paraíso
Ubicada en El Cerrito, a 42 kilómetros de Santiago de Cali, hizo parte de la Hacienda La Manuelita, que se extiende hasta Palmira, y de la que también hicieron parte las haciendas La Rita, La Primitiva y El Oriente. Todas son propiedad de la familia del escritor Jorge Isaac.
Fue construida en 1816 y se inmortalizó por ser el escenario de la novela María. Fue declarada Bien de Interés Cultural del patrimonio nacional BIC y es operada por el Instituto para la Investigación y la Preservación del Patrimonio Cultural y Natural del Valle del Cauca (Inciva). Cuenta con el Hostal Piedemonte, chalets, piscinas y restaurante.
¿Por qué visitarla?
Para recrear los espacios de la novela María en la Casa Museo, que está abierta al público toda la semana entre las 9:30 de la mañana y las 4:30 de la tarde.
Hacienda Piedechinche
Ubicada en la Vía Amaime, entre los municipios Palmira y El Cerrito. Fue construida por José Sebastián Borrero y Josefa Costa en 1715, y habitada por sus descendientes hasta la cuarta generación. Luego pasó a ser propiedad del Ingenio Providencia. Su casa de arquitectura española y aspecto blanquiterroso tiene un diseño en forma de cruz, amplias cubiertas de tejas de barro, jardines y espejos de agua. Aún conserva los muebles y objetos del siglo XIX.
¿Por qué visitarla?
Por su Museo de la Caña de Azúcar, restaurado y abierto al público. En él se recrea el proceso de elaboración artesanal del azúcar, y cuenta con máquinas antiguas, fotografías y documentos históricos de la industria de la caña.