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Las aguas del río Támesis en Londres ha vuelto a ser hábitat de especies salvajes, debido al proceso de descontaminación.
Las aguas del río Támesis en Londres ha vuelto a ser hábitat de especies salvajes, debido al proceso de descontaminación. | Foto: Getty Images

Medio ambiente

Estos son los tiburones venenosos hallados en un río de Londres

La mielga, una especie de tiburón con aletas venenosas, fue hallada en el Támesis según lo revela un estudio.

10 de noviembre de 2021

Este miércoles se revelaron buenas noticias para la vida salvaje por parte de un estudio realizado por la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL, por sus siglas en inglés). La novedad tiene que ver con el río Támesis en Londres, que en 1957 había sido declarado “biológicamente muerto” debido a los niveles extremos de contaminación, y ahora rebosa de vida tras más de 60 años de trabajo medioambiental.

Este río, entre otras cosas, es fuente de agua potable, alimentación y medida de subsistencia y protección contra las inundaciones costeras de las comunidades aledañas.

El estudio confirma que al interior del río se han encontrado criaturas sorprendentes como tiburones, entre los que se encuentran el cazón, la caella y la mielga (pez delgado de unos 60 centímetros y cubierto de espinas venenosas).

La mielga es una especie de tiburón que, por lo general, se encuentra en aguas profundas, y sus espinas situadas delante de las dos aletas dorsales segregan un veneno que puede provocar dolor e hinchazón en los humanos.

El tiburón, que se alimenta de peces y crustáceos y puede llegar a medir 1,8 metros y pesar hasta 48 kilos, nunca ha lanzado un ataque o provocado heridas a los humanos, según la organización británica Wildlife Trusts.

Por su parte, el tiburón caella, conocido como musola dentada, que puede llegar a medir 1,2 metros y pesar 11 kilos, se alimenta principalmente de crustáceos, mariscos y moluscos.

El reporte resalta los efectos positivos de los esfuerzos de conservación dedicados a este hábitat natural y encontró que el panorama general era promisorio para la naturaleza, según se evidencia mediante el aumento en una gama de especies de mamíferos marinos y aves.

Ahora el Támesis es centro de albergue de más de 115 especies de peces (entre ellos el tiburón cazón, el liso y el mielga), 92 especies de aves y además cuenta con casi 600 hectáreas de marismas, que son un hábitat crucial para toda una serie de especies silvestres.

A pesar de las mejoras, el río de 346 kilómetros se sigue enfrentando a las amenazas por contaminación y por el cambio climático, advirtió ZSL. El cambio climático ha incrementado la temperatura de las aguas de la capital en 32,3° Fahrenheit (0,2° Celsius) en promedio al año, lo que, combinado con el aumento del nivel del mar, señala “panorama preocupante”, concluye el reporte.

“A medida que la temperatura del agua y el nivel del mar sigan subiendo por encima de los puntos de referencia históricos, la vida silvestre del estuario se verá particularmente afectada, a través de cambios en los ciclos de vida y las áreas de distribución de las especies”, advirtió ZSL en un comunicado.

El rescate del Támesis

Los afluentes, corrientes naturales de agua, además de transportar este recurso desde las cuencas hasta los océanos, son una reserva de este líquido preciado para los seres vivos y el hábitat de una gran cantidad de organismos.

Sin embargo, la contaminación de estos cuerpos de agua, convertidos en cloacas, ha traído consigo la alteración del flujo normal del ciclo hidrológico del agua, afectando el clima y a las especies que allí habitan.

En 1957, el Museo de Historia Natural declaró muerto a este río del Reino Unido debido a su grado de contaminación.

Según un estudio de Thames 21, “La voz de las vías fluviales de Londres”, el río venía convirtiéndose en el destino final de millones de microplásticos en los últimos años, un factor que cada vez más amenaza a este río.

El proceso de saneamiento del afluente, que todavía continúa, empezó en los años 60 cuando el sistema de drenaje del país mejoró. A renglón seguido, en los 70 y 80, comenzó a crearse una preocupación generalizada por los pesticidas que llegaban a los ríos a través de la lluvia, razón por la cual se empezaron a implementar más controles.