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POLÍTICA

Trump, en caída libre

Cuando Estados Unidos pasa sus horas más oscuras por cuenta del coronavirus, el mandatario no deja de tomar malas decisiones. ¿Peligra su reelección?

2 de mayo de 2020

Sin atisbo de vergüenza, y ante la mirada atónita de periodistas y del equipo de expertos en pandemias de la Casa Blanca, Donald Trump sugirió una cura delirante para el coronavirus. “Imagino un desinfectante que mata virus en un minuto, y habrá alguna manera de hacer algo así con una inyección. Que llegue a los pulmones y haga un montón de cosas”, aseguró, sin pensar en los riesgos de aseverar tal barbaridad en una alocución nacional.

Días después, cuando algunos estados reportaban intoxicaciones con lejía tras la intervención de Trump, este salió a disculparse. Aseguró que lo habían malinterpretado y que no es responsable de lo que los estadounidenses hagan en sus casas. Esta última metida de pata, que se suma a la larga lista de desaciertos durante la crisis del coronavirus, podría sellar su futuro en la Casa Blanca.

El problema escaló en poco tiempo. Cientos de reportes de intoxicaciones y llamados a las líneas de emergencia preguntando por la efectividad de estos productos se acumularon en cuestión de horas. Expertos de la salud tuvieron que advertir los peligros de la sugerencia del presidente. Patrice Harris, presidenta de la Asociación Médica Norteamericana, señaló: “Tengan la seguridad de que, cuando encontremos un tratamiento o vacuna contra la covid-19, no estará en el pasillo de limpieza del supermercado”.

Y Joe Biden, el candidato demócrata que enfrentará al magnate en las elecciones presidenciales de noviembre, escribió en Twitter: “No puedo creer que tenga que decirlo, pero, por favor, no tomen desinfectante”.


Estados Unidos ya tiene más de un millón de casos confirmados de covid-19.

La inverosímil situación refuerza el negacionismo de Trump ante la evidencia de la comunidad científica, a la que parece haberle declarado la guerra. Hace unas semanas, el presidente había sugerido la hidroxicloroquina, un medicamento para la malaria y la artritis, a pesar de que no se ha demostrado que combata la covid-19, e ignorando que puede causar graves efectos secundarios. Como le dijo a SEMANA Ben Denison, investigador del Centro de Estudios Estratégicos de la Universidad Tufts, “Trump prefiere hablar por sí mismo en vez de poner al frente de la situación a los científicos y funcionarios de la salud. Las consecuencias de su actitud pueden ser catastróficas, por lo que debería aceptar que la dura realidad que augura la comunidad médica debe ser el centro de la comunicación pública, en lugar de sus especulaciones ociosas sobre curas”.

Esta semana, Estados Unidos superó el millón de casos. Pero ni siquiera la preocupante cifra hace pensar que Trump entrara en razón. Desde el comienzo de la crisis, el mandatario se mostró incrédulo con la idea de cerrar el país, obstinado con mantener a flote la economía norteamericana a toda costa. Al final, los gobernadores tuvieron que confinar los estados por su cuenta, a la vez que Trump aseguraba que el virus estaría erradicado en cuestión de días.

El pronóstico del presidente, que amenazó a los gobernadores con reabrir el país a comienzos de mayo, no puede ser más desacertado. Esta semana, la doctora Deborah Birx, quien coordina las acciones de la Casa Blanca contra el virus, aseguró que las medidas de distanciamiento social se extenderán hasta septiembre, es decir todo el verano. Birx, quien coordina con los gobernadores las etapas para mitigar el virus y volver a la normalidad, mencionó recientemente que en los estados “no hablan de esto como un encendido de la luz instantáneo, sino como una subida gradual de la intensidad, y por eso la apertura de los sectores debe ir por fases”.


Hasta a los republicanos ya les resulta difícil ignorar la mala gestión de Trump en las últimas semanas.

En medio de sus erráticos cambios de opinión y sus mentiras, que ha multiplicado desde que comenzó la pandemia, Trump se ha convertido en un peligro para su gente. Louise Fox, especialista del Instituto Brookings, piensa que la reacción del presidente ha sido “bastante terrible. Trump no confía en la ciencia o en los funcionarios regionales, y Estados Unidos necesita de ambos para tener una respuesta nacional efectiva. El caos en torno a la adquisición de elementos de protección personal y material de prueba es un ejemplo de ello”.

Además, la experta le indicó a SEMANA que, como revelaron The Washington Post y The New York Times, “múltiples fuentes le advirtieron a Trump sobre el virus en enero, entre ellos el Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) e incluso la CIA. ¿Cómo fue posible que Alemania tuviera las pruebas listas a fines de enero? Porque tenían la misma información que Trump y se movieron muy rápido, a pesar de ser un país bastante descentralizado, similar a Estados Unidos”.

¿Y la reelección?

Los expertos coinciden en que el cuestionable manejo que Trump le ha dado a la crisis le está costando todas las probabilidades de ser reelegido. Cuando salió adelante en el proceso del impeachment, acusado de abuso de poder y obstrucción de la justicia, no perdió el apoyo mayoritario del Partido Republicano. Pero si la gente se convence de que es el principal responsable de cientos de miles de contagiados y miles de muertes por covid-19, podría golpear seriamente su campaña.


La semana pasada Joe Biden recibió el respaldo de Hillary Clinton. Entre tanto, seguía ignorando el escándalo por denuncias de acoso sexual hace 27 años, lo que podría costarle caro. Nadie sabe si eso salvaría a Trump. 

Muchos republicanos aplauden su esfuerzo por mantener a flote la economía, pero no perciben que lo haya logrado. Millones de empleos perdidos y la industria estancada lo tienen en el ojo del huracán. Su principal bandera, el desempeño de la economía, se desvanece con cada día que pasa. Para Louise Fox, las posibilidades de Trump “dependerán de la economía, el avance del virus y la vacuna, y la efectividad de los demócratas en el ámbito federal para controlar la crisis”. Por su parte, Denison agrega: “Si los efectos económicos persisten como está previsto, probablemente afectarán las elecciones. El mejor indicador de si un presidente en funciones ganará la reelección es el estado de la economía. Las encuestas dicen que la mayoría de los estadounidenses no creen que sea hora de reabrir los mercados como dice Trump, por lo que regresar demasiado temprano podría tener costos políticos elevados”.

Los expertos piensan que él mismo es su principal rival en noviembre, y que mientras más errores cometa en la crisis, más peligrarán sus aspiraciones de continuar. Según Reuters e Ipso, en marzo, cuando el magnate se la jugaba por la economía y descartaba cerrar aeropuertos y confinar al país, más de la mitad de los estadounidenses apoyaba su gestión. Ahora, solo el 42 por ciento lo avala. Y según Gallup, por primera vez en su presidencia Trump tiene una popularidad inferior a la mitad, con 43 por ciento. Su imagen podría seguir hundiéndose si los norteamericanos ven amenazados su empleo, salud y estilo de vida, y si el magnate sigue mostrándose como una amenaza para la estabilidad de su país.

Además, el duro golpe del coronavirus a la población mayor puede ser clave en noviembre. Como apunta Denison, “Trump tiene un núcleo duro de partidarios que lo ayudará a mantenerse a flote. Pero si sus políticas en la pandemia continúan perjudicando desproporcionadamente a los de mayor edad, eso puede debilitar su apoyo”. Y por otro lado, una investigación de la revista académica Administrative Theory & Praxis indica que las muertes de adultos mayores republicanos, según las proyecciones de CovidActNow.org, podrían inclinar la balanza en estados clave como Pensilvania, Michigan y Carolina del Norte. En cada uno de estos estados podrían fallecer al menos 10.000 republicanos más que demócratas por la pandemia antes de noviembre.

Las encuestas electorales de la semana pasada mostraban a Biden por encima del magnate en varios estados decisivos. Trump, cada vez más desconectado, culpa a su campaña y afirma, con su yerno Jared Kushner, que su acción contra la covid-19 ha sido una “historia de éxito”.

Sorprendentemente aún le quedan algunas posibilidades de repetir periodo. Pero no por mérito propio, sino por las debilidades de Biden, a quien un escándalo sexual le corre pierna arriba. Sería irónico que el presidente más funesto de la historia reciente derrotara por esa razón a un rival que hasta hace poco parecía un modelo de virtudes. Pero la democracia es así.

Las perlas del magnate

Durante la pandemia del coronavirus, el mandatario no ha dejado de tomar malas decisiones. Su desempeño durante la crisis sanitaria tiene a cientos de miles de estadounidenses en peligro.


En aquel país han muerto más de 60.000 personas y aún se espera lo peor.

Sin defensas. Antes de que la covid-19 aterrizara en Estados Unidos, Trump ya había aprobado recortes sustanciales a departamentos encargados de hacer frente a las epidemias. Le quitó 1.300 millones de dólares de presupuesto anual al Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) del Departamento de Salud de Estados Unidos, de los que una parte estaba destinada a investigaciones de enfermedades zoonóticas. También desarticuló la oficina de Seguridad Sanitaria Global y Biodefensa del Consejo de Seguridad Nacional, encargada en la era de Obama de liderar la lucha contra escenarios como la actual pandemia.

Lenta reacción. A pesar de que Trump supo del primer caso confirmado de coronavirus en Estados Unidos el 21 de enero, el presidente desestimó la alerta y tomó medidas muy tarde. “Lo tenemos totalmente bajo control… Todo va a estar bien”, le dijo a la CNBC al día siguiente de conocer el caso, pero en los días siguientes dejó ingresar al país, según The New York Times, a casi 400.000 personas provenientes de China. Su afán por mantener la economía en movimiento le costó la diseminación del virus en todo el país.

Mal ejemplo. Trump, en su cruzada contra la comunidad médica, ha desoído sus recomendaciones en reiteradas ocasiones. El mandatario sigue saludando con la mano, recomienda remedios caseros y no usa tapabocas. “He decidido no usarlo”, confesó hace unos días.

Caldo de mentiras. En sus intervenciones el magnate suele asegurar hechos poco creíbles. En febrero, dijo que “en abril, esa es la teoría, cuando empiece a hacer más calor, el virus va a desaparecer”. Y en marzo, cuando se le preguntaba por las medidas para frenar la enfermedad, aseguraba que el riesgo para su país era “muy bajo”.

Batalla federal. Ante la falta de reacción de Trump, y con el virus avanzando rápidamente, los gobernadores de estados como Nueva York y California decidieron declarar cuarentena y estado de emergencia en sus territorios. El magnate, que recomendaba mantener el país abierto, los amenazó, desafió la autonomía federal que establece la Constitución y rechazó la cooperación cuando más se necesitaba.