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El grado de locura en el planeta alcanza niveles de peligro y los eventos de esta semana están lejos de ser los últimos de un mundo cada vez más chiflado.

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El mundo está medio loco

Un fascista autoritario se apodera de Brasil, llegan bombas a Obama y Clinton, miles de migrantes viajan en masa a Estados Unidos, el tratado nuclear entre este y Rusia tambalea mientras las más delirantes teorías conspirativas se abren paso. El mundo parece cada vez más loco.

28 de octubre de 2018

Al parecer, a un mundo como el actual todavía le caben más dosis de locura. Mientras Brasil se rinde a los pies de un racista misógino, homofóbico y nostálgico por la dictadura, el magnate que preside la Casa Blanca quiere retirarse del tratado con Rusia que controla las armas nucleares. Una oleada de bombas por correo atenta contra los críticos de Trump, mientras este los acusa de conspirar y culpa a la prensa. Entre tanto, miles de migrantes, en su mayoría hondureños, prefieren caminar en masa durante semanas a pie por las carreteras de México rumbo a la frontera norte que seguir pasando hambre y peligro en sus casas.

Bolsonaro defiende la deforestación porque para él es la mejor manera de salir de la recesión que agobia a su país.

Dramas como esos y muchos otros semejantes se repiten en todas las latitudes. Mientras en Filipinas sufren a Rodrigo Duterte, famoso por su infame política de asesinar a cuanto sospechoso de traficar aparece, en otros lugares proliferan las teorías conspirativas, los enemigos fantasmales, el desprecio por el medioambiente y por los acuerdos internacionales. El grado de locura en el planeta alcanza niveles de peligro y los eventos de esta semana están lejos de ser los últimos de un mundo cada vez más chiflado.

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Peligro amazónico

Se llama Jair Messias Bolsonaro y se propone salvar a Brasil. El polémico exmilitar de 63 años no solo amenaza la democracia brasileña, sino a uno de los pulmones más importantes de la humanidad.

Jair Bolsonaro supo capitalizar el descontento de los brasileños por la corrupción, el desempleo y la inseguridad. A su electorado poco le importa que el exmilitar haya prometido acabar con la Amazonía, el principal bosque tropical del mundo. 

Saltó a la fama internacional cuando votó en el Congreso a favor de destituir a la presidenta Dilma Rousseff en 2016, y le dedicó su voto a Carlos Alberto Ustra, el militar que la torturó durante la dictadura. Al aceptar la nominación de su partido a la presidencia, afirmó: “Dios me llamó a esta carrera”. “Mi madre me dio el segundo nombre de Messias. Pero solo yo no seré el salvador del Brasil”. Y, en un mitin, amenazó con exterminar a los “criminales de izquierda”.

Eso y su odio generalizado contra toda clase de minorías tienen a muchos en ascuas. Pero nada ni sus agresiones contra las mujeres logran eclipsar su mayor amenaza. En efecto, en 2017, anunció que si llega a la presidencia, acabará con las reservas indígenas y las “quilombolas” (donde se refugiaban los esclavos rebeldes). De hecho, la elección de Bolsonaro tiene con los pelos de punta al movimiento ecologista del mundo porque el bosque amazónico puede convertirse en una gran llanura apta para el ganado si el exmilitar cumple sus promesas ambientales. Bolsonaro defiende la deforestación porque para él es la mejor manera de salir de la recesión que agobia a su país. La demanda mundial de carne de res crece, y la disputa comercial entre Estados Unidos y China ha aumentado la demanda de soya. Brasil podría dar la pelea en ambos mercados si convierte los bosques en tierras de cultivo. Bolsonaro lo sabe y no piensa desaprovechar la oportunidad.

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El Amazonas, el bosque tropical más grande del mundo, tiene el 60 por ciento de su área en territorio brasileño. Su papel en la absorción de las emisiones de dióxido de carbono del planeta es esencial, pero a Bolsonaro poco le importa. Prometió eliminar el Ministerio del Medio Ambiente y convertirlo en una dependencia del de Agricultura, reducir las penas para los infractores del derecho ambiental y retirarse del Acuerdo de París. Ha descartado la idea de dejar tierras forestales para los nativos brasileños que han habitado el Amazonas durante siglos y ha prometido que no habrá ni un centímetro cuadrado demarcado como reserva indígena.A pesar de pertenecer a un pequeño partido y de no tener casi tiempo en la televisión, el candidato hizo un uso magistral de las redes sociales, transmitiendo todo tipo de noticias falsas por medio de esos canales. Ese uso de la tecnología se sumó a la falta de memoria del electorado brasileño, el cual no reaccionó ante la nostalgia de Bolsonaro por el régimen militar que gobernó Brasil desde 1964 hasta 1985. El mejor ejemplo es el de Concepción Aparecida Aguiar, a quien Bolsonaro agredió en plena vía pública. Veinte años después, la mujer de 61 años lo apoya porque “es el único que tiene carácter, personalidad y no quiere el mal para la familia”, según dijo a la revista brasileña Piauí. Tal cual como sucedió en Estados Unidos con la elección de Trump, en Brasil han aumentado los insultos racistas y los ataques contra las minorías. Todo parece darles validez a unos volantes que circularon en las calles brasileñas esta semana. En ellos se podía leer: “Es normal perder una elección en una democracia. El problema es perder una democracia en una elección”.

Miedo en estados unidos

Doce paquetes con artefactos explosivos llegaron a las casas de varias figuras opositoras y a la sede de la cadena de noticias CNN. Mientras Trump culpa a los medios, algunos partidarios del magnate afirman que todo es una patraña de los demócratas.

Los artefactos explosivos llegaron a las residencias de prominentes figuras del Partido Demócrata como el expresidente Barack Obama y Hillary Clinton. El reconocido actor Robert De Niro, feroz crítico de Trump, también notificó a las autoridades de un sobre sospechoso. Nueva York y otras ciudades se sumieron en el caos desde el miércoles con las primeras amenazas. 

El miércoles los sobres de manila hicieron historia en Nueva York. Todo por cuenta de varios paquetes sospechosos que llegaron a las residencias de relevantes figuras políticas estadounidenses como Barack Obama y Hillary Clinton, en una serie de hechos inéditos en la democracia norteamericana. Luego de 48 horas el FBI y la Policía de esa ciudad ya tenían conocimiento de otros diez sobres que llegaron a las oficinas de las representantes demócratas Maxine Waters (California) y Debbie Wasserman Schultz (Florida), a la sede de CNN en Nueva York y a la casa del magnate progresista George Soros. Entre el jueves y el viernes se supo que artefactos de la misma índole habían llegado a las residencias del exvicepresidente Joe Biden, del actor Robert de Niro –feroz crítico de Trump– y de James Clapper –funcionario durante el gobierno de Obama–. Un último artefacto apareció en Florida e iba dirigido a Cory Booker, senador demócrata por Nueva Jersey.

Los destinatarios de los paquetes tenían un perfil común: todos se han enfrentado a las críticas frecuentes de Trump.

Bryan Paarmann, agente especial de la oficina del FBI en Nueva York, dijo que dada la similitud de los paquetes, trabajaban con la hipótesis de que podrían tener el mismo origen. El hecho llama la atención porque se produce en medio de la campaña para las elecciones legislativas, consideradas el termómetro que medirá la gestión de Donald Trump y del Partido Republicano. A solo nueve días de esas elecciones y en medio del ambiente enrarecido, Trump espera mantener la hegemonía en la tercera parte del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes.

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Fiel a su estilo, el magnate culpó el miércoles a los medios de comunicación por lo sucedido. “Una gran parte de la ira que vemos hoy en nuestra sociedad es causada por los informes falsos e inexactos de los medios a los que me refiero como noticias falsas”, escribió en Twitter. A medida que avanzaba el día y se juntaban las piezas, quedó claro que los destinatarios de los paquetes tenían un perfil común: todos se han enfrentado a las críticas frecuentes de Trump y otras figuras de la derecha gringa. Nunca en la historia de Estados Unidos había sucedido algo así, pero los tiempos de Trump son distintos. Barack Obama y Hillary Clinton después de pasar un tiempo en las sombras habían vuelto a la palestra política, algo también sin precedentes: apoyan candidatos, dan discursos y están dispuestos a contrarrestar el clima de polarización que se apodera de la población.En Estados Unidos el debate se centra en la retórica incendiaria. Como dijo a SEMANA Peter Harrel, investigador del Center for a New American Security, “los ataques han forzado a ambos partidos a abandonar el mensaje a corto plazo: los demócratas ahora tienen que hablar sobre las bombas en lugar de, por ejemplo, la asistencia sanitaria. Mientras que ellos quieren centrarse en la campaña, para los republicanos las bombas eclipsan su énfasis en la caravana de migrantes que atraviesa México, a la que atribuyen una conspiración de Maduro, y de ese modo los asuntos de inmigración que pueden capitalizar mejor”, asegura.Al cierre de esta edición no estaban claros el motivo y las inclinaciones políticas de los posibles atacantes. Lo cierto es que Trump ha desempeñado un papel esencial en alimentar la ira contra sus críticos, sus opositores políticos y los medios de comunicación, en especial CNN. El presidente de esa cadena de noticias, Jeff Zucker, criticó a Trump y su administración por la forma en que culpó a la prensa. “La falta de comprensión de la Casa Blanca sobre la gravedad de sus continuos ataques a los medios de comunicación es total”, dijo Zucker. “El presidente y, especialmente, el secretario de Prensa de la Casa Blanca deben entender que sus palabras son importantes. Hasta ahora, no parecen comprender eso”.

Pateando el tablero

El sistema de control armamentista, negociado en la era de Reagan, logró disminuir el número de las ojivas nucleares. Pero esta semana Washington anunció su decisión de retirarse y dejó al mundo al borde del peligro.

El asesor de seguridad de Estados Unidos, John Bolton, se reunió el martes en Moscú con el presidente ruso Vladimir Putin. Washington tiene la intención de retirarse del acuerdo que elimina los misiles nucleares de corto alcance. 

“Rusia ha violado el acuerdo. Lo ha estado violando durante muchos años”. A Trump le bastaron esas palabras para poner a tambalear el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, firmado en 1987 entre el entonces presidente gringo, Ronald Reagan, y el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov. Analistas aseguran que el asesor de Seguridad Nacional del presidente, John Bolton, presionó a Trump para que abandonara el pacto.

Precisamente, Bolton viajó esta semana a Moscú para encontrarse con el presidente ruso, Vladimir Putin. Llamó la atención que, en una reunión extremadamente seria, el inquilino del Kremlin bromeara sobre el águila que aparece en el sello oficial de Estados Unidos. En el dibujo, el ave sostiene en una garra una rama de olivo que representa la paz y en la otra, 13 flechas. “¿Tu águila se ha comido todas las aceitunas y solo le quedan flechas?”, dijo sonriente. “Con suerte, tendré respuestas para usted, pero no he traído más aceitunas”, respondió Bolton, quien anunció que las intenciones de abandonar el acuerdo siguen en pie.

Mientras Washington acusa a los rusos de violar el tratado en varias ocasiones, Putin ha reconocido la existencia de nuevos misiles, pero negó que su fabricación violara el tratado. Con la firma del acuerdo, Estados Unidos destruyó 846 misiles y Rusia, 1.846. Lo que hace 30 años fue considerado un paso clave para poner fin a décadas de tensión en el marco de la Guerra Fría hoy se diluye por otra decisión del presidente gringo. Porque los analistas consultados coinciden en que la conducta de los rusos puede ser ambigua, pero es mejor lidiar con ellos con tratado que sin él. De seguir en esa línea, no cabe duda de que ambas potencias se embarcarán en una nueva carrera por producir misiles balísticos y de crucero nucleares, cuyo rango esté entre los 500 y los 5.500 kilómetros. Un paso más hacia el apocalipsis.

Caminar para no morir

Tres mil kilómetros separan a miles de migrantes de América Central de Estados Unidos. Los caminantes prefieren la aventura que regresar a pasar hambre.

Fiel a su estilo, Trump ha dicho que en la caravana migratoria hay miembros de grupos terroristas de Oriente Medio. Lo peor es que algunos medios le han hecho eco. 

Para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 7.000 personas marchan desde el 13 de octubre desde Honduras hacia Estados Unidos. El lunes llegaron a Chiapas, México, tras recorrer 700 kilómetros a pie. Huyen, con ancianos y niños, de la crisis económica y de la violencia. La caravana ha enfurecido a Trump, quien ha aprovechado para encender su base electoral con miras a las elecciones legislativas del 6 de noviembre. Trump no ha hecho más que avivar los temores sobre los migrantes y asociarlos con delincuencia. Los ataques a los migrantes formaron parte.

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Para Trump el grupo representa un peligro para la seguridad nacional y por eso ordenó reforzar la frontera con unos 2.200 miembros de la Guardia Nacional. El mandatario no ha parado de culpar a los demócratas del problema de la migración ilegal y ha encontrado en algunos medios socios importantes., como cuando dijo que “grupos desconocidos de Oriente Medio están mezclados con los migrantes”.

 La idea comenzó a crecer en blogs de extrema derecha. Durante un segmento de Fox News, el presentador Pete Hegseth afirmó que “100 combatientes de Isis” habían sido capturados en Guatemala y horas después Trump trinó sobre eso. Varios reporteros de otras cadenas televisivas que viajaban con los migrantes refutaron esas afirmaciones y pidieron pruebas de los supuestos terroristas.La historia de la caravana ha recibido amplia cobertura en la radio conservadora que ayuda a impulsar el mensaje.  Que Trump amenace con arrestar a todo el que pase la frontera ignora los derechos de los solicitantes de asilo que Estados Unidos ha aceptado respetar. Como dijo a SEMANA Kemal Kirisci, experto en crisis humanitarias del Instituto Brookings, “los solicitantes no necesitan pasaporte, visa o carta de invitación. Tanto Estados Unidos como México tienen la obligación de evaluar las solicitudes antes de enviar a alguien a un lugar donde puedan enfrentar abuso”. Pero la presencia armada de hombres de la Guardia Nacional inquieta por la posibilidad de que se desencadene la violencia.

El plan Kalergi

La ultraderecha europea afirma que la llegada de africanos confirma una teoría conspirativa según la cual los judíos querrían debilitar a la raza blanca.

Líderes ultraderechistas europeos como el italiano Matteo Salvini han echado mano de un mito de mezcla racial para pasar leyes migratorias más restrictivas. Según ellos, el conde austríaco Richard Kalergi ideó un plan que se estaría cumpliendo. Y la gente les cree.

Según la historia falsa, en 1923 el conde austriaco Richard Coudenhove-Kalergi proclamó ante sus amigos masones que los europeos debían ser cruzados con negros y asiáticos. De esta mezcla esperaba conseguir una clase humana inferior muy gobernable y sin carácter. Esa idea, que no sirve ni para guion de una mala película, para los jefes de los partidos ultraderechistas europeos es una narrativa ideal. Líderes autoritarios como Mateo Salvini en Italia, Marine Le Pen en Francia y Viktor Orbán en Hungría tratan de crear así un relato que justifique aplicar políticas de inmigración restrictivas en nombre de la seguridad nacional.

Y lo más increíble es que ha calado entre los europeos. No es casualidad que, en campaña electoral, los ciudadanos de la Unión busquen la palabra ‘Kalergi’ en internet. Así como sucedió en Reino Unido, cuando la gente se disponía a votar el brexit de 2016 en un plebiscito caracterizado por las mentiras. Tampoco deja indiferente a los analistas que Steve Bannon, exestratega de Trump, mantenga estrechos vínculos con formaciones de corte nacionalista en el Viejo Continente. Bannon recorre Europa buscando influenciar las elecciones de mayo hacia un Parlamento atomizado.

¿Y quién fue el conde Kalergi? Nació en 1894 en Tokio, hijo de un diplomático austro-húngaro y la hija de un magnate japonés. Creció en Viena, allí obtuvo su doctorado en filosofía y trabajó como periodista y editor de la revista Paneuropa. Reconocido como el fundador del primer movimiento por una Europa unida, Kalergi escribió en 1923 un manifiesto en el que abogaba por una confederación. En sus libros nada se refiere a un plan para acabar con los pueblos europeos y no hay referencia alguna a grandes migraciones hacia Europa.

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