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Uribe estuvo con Pablo Catatumbo, Carlos Antonio Losada, Victoria Sanguino y Sandra Ramírez, al igual que con Gustavo Petro e Iván Cepeda. | Foto: @AngelicaLozanoC

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Uribe y Farc, la mesa de negociación del Capitolio

Frente a frente, como nunca habían estado, el expresidente que se opuso a los acuerdos de paz de La Habana y cuatro exnegociadores de las Farc protagonizaron un histórico encuentro alrededor de la JEP.

30 de octubre de 2018

En el reducido espacio de casi 30 metros cuadrados, el área de la oficina de la presidencia del Senado, Álvaro Uribe pasó toda la tarde de este martes reunido con quienes jamás se hubiera imaginado verle conversar. Nueve horas y media compartiendo el mismo espacio y alrededor de la misma mesa. Así estuvo con Pablo Catatumbo, Carlos Antonio Lozada, Victoria Sanguino y Sandra Ramírez, cuatro exguerrilleros de las Farc, esa organización a la que siempre calificó como terrorista, y que en ocho años de gobierno intentó derrotar por la vía militar.

No estuvieron solos. Sentado en un sofá también estuvo Gustavo Petro, el senador que más férrea oposición le hizo a su gobierno y a quien su candidato, Iván Duque, derrotó para regresar al poder. A su lado, Iván Cepeda, con quien lleva más de cuatro años de pleitos judiciales, que incluso lo tienen a las puertas de una indagatoria.

A Uribe lo acompañaban cuatro de sus senadores, dos de ellas, María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, quizás las mujeres que más batallas han librado para defenderlo. Nancy Patricia Gutiérrez, quien era una de sus alfiles en el Senado en sus años de presidente, y ahora como ministra del Interior de Duque, en calidad de “observadora imparcial”.

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Testigos y protagonistas del encuentro una veintena de congresistas de todos los colores y partidos. Verdes como Angélica Lozano y Juanita Goebertus; conservadores como Esperanza Andrade y Juan Carlos García; los liberales Fabio Amín y Luis Fernando Velasco; de Cambio Radical, caso de Germán Varón, Rodrigo Lara y Temístocles Ortega; de confesión cristiana como Carlos Guevara, del Mira; de izquierda como Alexánder López, del Polo; y hasta uribistas conversos al santismo como Roy Barreras, Armando Benedetti y Roosvelt Rodríguez.

Prácticamente todo el país político alrededor de la misma mesa. Lo que nunca pudo verse en cuatro años de negociación de paz en La Habana, sucedió en el despacho del senador Ernesto Macías. La mesa de diálogo del Capitolio.



Un milagro que hizo, precisamente, el acuerdo de paz con las Farc, porque no de otra manera se hubiera podido ver a quienes fueron cabecillas del secretariado de la guerrilla, como Catatumbo y Lozada, o a la viuda del fundador las Farc, Sandra Ramírez, con el expresidente que más los acorraló.

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La razón de este inédito encuentro, entre otras, la espina dorsal del acuerdo de paz, la Jurisdicción Especial para la Paz. Motivada por la reforma que el uribismo presentó en el Congreso para crear salas especiales en la JEP que se ocuparan de la investigación y juzgamiento a los miembros de las fuerzas militares y la fuerza pública.

Uribe, que durante todos los años que estuvo en la oposición, nunca reconoció la legitimidad de la JEP, por primera vez se mostró dispuesto a reconocerla, a cambio de que se habilitaran instrumentos para ofrecer plenas garantías a los miembros de las Fuerzas Armadas y que estos tuvieran un tratamiento diferenciado, que en su criterio, actualmente no lo tienen, y es una de las deudas del acuerdo de paz. Pero su fórmula, la de crear una sala especial solo para los militares, no generó consensos, pues ha sido calificada como el “desmembramiento” del acuerdo de paz.

Surgió otra alternativa, la de reforzar con nuevos magistrados, que no sean escogidos por extranjeros, y que sean expertos en Derecho Internacional Humanitario y en los protocolos de las Fuerzas Armadas para que los militares no sean juzgados por magistrados con sesgos ideológicos, como se han quejado los miembros del uribismo sobre algunos de los actuales magistrados de la JEP. Pero esta idea, que María Fernanda Cabal respalda, no convence ni a Uribe ni a Paloma Valencia.

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Por eso la negociación del Capitolio tuvo hasta tres momentos de tensión. Tres instantes en los que las partes se intentaron levantar de la mesa, pero que fueron conjurados.

La primera en abandonar la reunión fue la ministra Gutiérrez, que al salir de la presidencia del Senado vaticino que no habría acuerdo. Trascendió que Uribe y sus congresistas estaban molestos con el gobierno por asumir ese rol de “observador imparcial”, cuando en la campaña política Duque se había comprometido con la creación de la sala especial para el juzgamiento de los militares.

Otro de los que abandonó el diálogo de forma prematura fue Gustavo Petro, también con la sensación de que no habría humo blanco.



El encuentro que comenzó poco después del mediodía se prolongó hasta las 8:30 cuando, efectivamente, la puerta de la oficina de Macías se abrió sin que se fumara la pipa de la paz.

Más allá de que no hubo acuerdo, todos coincidieron en que fue un encuentro histórico, y que la principal noticia era el reconocimiento del Centro Democrático, en cabeza de su jefe Álvaro Uribe, a la legitimidad de la JEP.

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“Por primera vez los máximos dirigentes del Centro Democrático aceptan sentarse a conversar sobre la Jurisdicción Especial de Paz, lo cual tiene implícito un reconocimiento de la existencia de esta jurisdicción”, fue la conclusión del senador Julián Gallo (Carlos Antonio Lozada).

“Este país necesita despolarizarse, construir puentes. Necesitamos más bomberos y menos pirómanos”, fue la conclusión del liberal Luis Fernando Velasco, a pesar de que las partes que se sentaron en la mesa de negociación del Capitolio no encontraron una salida. De momento.