Análisis
Juan Manuel Santos, un oportunista buscando réditos con su traición a Israel
Su tiempo ya pasó, suficiente daño le hizo a Colombia, como para que ahora esté dando cátedra en asuntos internacionales.
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Es difícil creerle a Juan Manuel Santos. La palabra que mejor lo describe es “traición”. Así ha vivido la mayor parte de su vida. Perteneciente a las élites, sobrepone sus intereses personales ante todo. Así lo hizo después de haber sido elegido con los votos de Álvaro Uribe. En su afán de ganar un Nobel, engañó a Colombia y forzó con artimañas un acuerdo de paz que la mayoría rechazó en un voto democrático en el plebiscito. Su narcisismo y delirio no tienen límites. Por su puesto valora inmensamente el comité de aplausos del círculo que lo rodea.
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En una columna en El País, de España, el expresidente Juan Manuel Santos comparó la situación de Israel con la de Rusia y Ucrania. “Existen pruebas considerables de que el Gobierno israelí está incumpliendo el derecho internacional abiertamente con su dominio sobre las tierras ocupadas y sus prácticas opresivas sobre el pueblo palestino. La impunidad allí es igual de intolerable que en Ucrania o en cualquier otra parte”, sentenció Santos.
El expresidente asegura que él y sus amigos de The Elders están llegando a la conclusión de que Israel es un estado apartheid.
Aunque se califica como “amigo de Israel”, su postura refleja la misma narrativa de la izquierda política mundial. El delirio de Santos parece no tener límites.
En la columna se da autobombo por su polémico proceso de paz con las Farc. “Durante mi mandato como presidente de Colombia, dirigí el proceso de paz que puso fin a un conflicto armado de más de medio siglo. Al ayudar a mi país a finalizar este conflicto brutal, entendí que una paz duradera sólo podía ser posible por medio de un acuerdo basado en igualdad de derechos, justicia e inclusión”, dijo.
Esa negociación le hizo suficiente daño a Colombia al dejar una herencia de más de 200.000 hectáreas de coca y a criminales de lesa humanidad en el Congreso que, seis años después, siguen sin pagar un día de cárcel, sin contar la verdad y sin reparar a sus víctimas. Esto sin contar con las disidencias de las Farc que, rearmadas y dedicadas al narcotráfico, siguen delinquiendo y son hoy una amenaza para todo el país.
En cuanto a Israel, es imposible olvidar cómo, pocos días antes de terminar su segundo mandato, en 2018, reconoció al Estado palestino. Para algunos, esa decisión fue una “traición” más al estilo de Santos. De nuevo, el jugador de póquer se volteó.
Lo que diga Juan Manuel Santos tiene poca importancia a nivel internacional. Los mismos de siempre lo aplaudirán, un círculo cada vez más reducido e irrelevante. Lo más probable, si lo hacen, es que el Gobierno israelí mande a un funcionario de bajo rango a dar unas declaraciones diplomáticas. Eso es si deciden ponerle atención. Su tiempo ya pasó, suficiente daño le hizo a Colombia, como para que ahora esté dando cátedra en asuntos internacionales.