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El presidente Iván Duque convocó a todas las fuerzas políticas y a los organismos de control para buscar acuerdos sobre cómo seguir adelante con las propuestas de la consulta anticorrupción.

POLÍTICA

La apuesta de Iván Duque por la unidad

El presidente Duque aprovechó la consulta anticorrupción para dejar atrás la polarización y asegurar la gobernabilidad. ¿Lo logrará?

1 de septiembre de 2018

Pocos se habían imaginado a Rodrigo Londoño, Timochenko, entrando a la Casa de Nariño ocupada por Iván Duque. Durante la campaña, el entonces candidato del uribismo generó expectativas de que modificaría los acuerdos suscritos con las Farc y, entre otros puntos, había insistido en que la cúpula de esa organización guerrillera no podría participar en política mientras no pagara las penas que le impondrá la JEP.

No solo sorprendió la presencia de Timo en la Casa de Nariño en la cena que ofreció el primer mandatario el miércoles en la noche. En la amplia mesa de 45 puestos estuvieron los representantes de todos los partidos y fuerzas políticas –incluido Gustavo Petro– y las cabezas de los organismos de control e investigación. No menos significativa fue la presencia de Claudia López y Angélica Lozano, vestidas con camisetas de la Selección Colombia, las más visibles promotoras de la consulta anticorrupción que alcanzó 11,5 millones de votos el domingo 26 de agosto.

El inesperado resultado de la consulta se convirtió en el punto de convergencia de todas las fuerzas políticas. Con mayorías cercanas al 97 por ciento en favor de las siete preguntas, la consulta fue contundente desde el punto de vista político, aunque se quedó corta para alcanzar el umbral por menos de 500.000 votos. Los antecedentes de otras convocatorias a las urnas sin que estuviera en juego la elección de candidatos de carne y hueso vaticinaban una participación mucho más baja. Los partidos no se movilizaron, los promotores no tuvieron recursos para financiar campañas de proselitismo y la ciudadanía estaba cansada después del largo proceso electoral que terminó con la elección de Iván Duque el 17 de junio. Todo estaba en contra de la consulta.

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Por eso, la enorme diferencia entre los resultados y las expectativas, en la práctica, hizo que el impacto fuera casi equivalente al que habría tenido si hubiera superado el umbral. Y así lo entendió el presidente Duque. A pesar de que su partido se había dividido sobre su conveniencia –el propio Álvaro Uribe estuvo en contra–, el mandatario la apoyó desde la campaña y luego del abrumador resultado quiere capitalizar el consenso que genera la lucha anticorrupción en todos los sectores para tratar de construir un pacto nacional o, al menos, reducir la polarización.

La oportunidad no podía ser más valiosa. Hasta ahora, no era clara la estrategia política del gobierno en su relación con los partidos y con el Congreso para sacar adelante sus proyectos de ley. El Legislativo está atomizado y no tiene mayorías claras. El Centro Democrático es la primera fuerza, pero ronda el 20 por ciento y los partidos más grandes –Cambio Radical, La U y los tradicionales Liberal y Conservador– no están lejos de esa cifra. El gobierno conserva el discurso de campaña según el cual no incurrirá en los excesos del gobierno de Juan Manuel Santos en cuanto a intercambiar cargos y presupuestos –la famosa mermelada– por apoyo parlamentario para sus iniciativas. Esa loable propuesta ha generado desconcierto y molestia en el Capitolio. Por eso, necesitaba un discurso aglutinador y un escenario de convergencia. Y los buscó en torno a los resultados de la consulta anticorrupción.

La alta votación, contraria a las expectativas, hizo que el resultado de la consulta fuera casi equivalente a haber alcanzado el umbral

¿Qué busca Duque? ¿Cómo se construirán mayorías en un Congreso tan fraccionado? ¿Qué tipo de relación tendrá, en los próximos cuatro años, el gobierno con los demás partidos? ¿Es factible superar la polarización? Todo indica que, ante interrogantes tan complejos, el presidente echó mano de la consulta como tabla de salvación, dada la importancia del tema. Las encuestas demuestran que la corrupción se ha convertido en el principal motivo de rechazo de los colombianos y nadie puede, en consecuencia, desconocer una convocatoria para unir fuerzas en torno a la lucha contra ella. La consulta se convirtió en el tema que no había encontrado el nuevo gobierno para reunir a los partidos y, de paso, proyectar una imagen de liderazgo del presidente. Una foto que faltaba en medio del desconcierto que existe en el Capitolio sobre el manejo político del gobierno y sobre la creciente inconformidad palpable en el ala más radical del uribismo.


Más que por  los 11,6 millones  votos alcanzados, el efecto político de la consulta se debe a que superó las expectativas, y a que la gente participó en forma espontánea a pesar de la ausencia de una campaña proselitista y didáctica. falta ver si la bandera contra la corrupción le sirve al ejecutivo para asegurar su gobernabilidad

La larga reunión del miércoles en la noche terminó con un plan de trabajo concreto que comenzó con la convocatoria a una mesa de trabajo presidida por la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, en la que participarán los asistentes al primer encuentro. La agenda tiene tres puntos: 1. El apoyo a los proyectos que concretan los siete puntos de la consulta. 2. Asuntos de reforma política. 3. La coordinación de las iniciativas anticorrupción de todos los partidos y entidades que estuvieron en el encuentro. El primer encuentro de la mesa se llevará a cabo el jueves 6 de septiembre.

Falta ver si la reunión y el plan de trabajo bastarán para fijarles un mapa de ruta a las relaciones entre el presidente Duque y el Congreso y para terminar con la incertidumbre reinante. En el pasado, muy poco tiempo después de la elección presidencial se sabía cuáles partidos estaban con el gobierno y cuáles no. Esa composición todavía no está clara para Iván Duque. Desde una perspectiva formal, la incertidumbre aumenta por el Estatuto de la Oposición, que generó nuevas reglas de juego.

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Hoy, en el primer mes de cada cuatrienio los partidos deben expresar si entran a formar parte de la coalición de gobierno, si van a la oposición o permanecen como independientes. Lo más probable es que la próxima semana, el 7 de septiembre, La U, Cambio Radical y el Partido Liberal se declaren independientes. Entre ellos y la oposición –el Polo, los Verdes y la Farc– sumarán cerca del 70 por ciento de los escaños de ambas Cámaras.

Varios pulsos, en el arranque del gobierno Duque, demuestran que la relación entre ambas ramas del poder no será fácil. Por primera vez el Ejecutivo intervino poco en el intento por lograr mayorías en las comisiones estratégicas y puestos clave para sus aliados. En la Comisión Primera del Senado, la oposición y los congresistas propaz de La U y Cambio Radical tienen la mayoría. Cualquier proyecto dirigido a ajustar los acuerdos tendría que pasar por esa comisión que, mayoritariamente, defiende lo negociado en La Habana.

Los promotores de la consulta seguirán liderando la implementación de su contenido hasta que los siete puntos se conviertan en leyes de la república

La elección de contralor también dejó ver problemas de gobernabilidad. En ese proceso quedaron en evidencia la tensión entre Álvaro Uribe y parte del Centro Democrático, por un lado, y la actitud del gobierno, por el otro. Carlos Felipe Córdoba triunfó con el apoyo de las mayorías que acompañaron al gobierno Santos –La U, Cambio Radical y el Partido Liberal– y que están a punto de declararse independientes, pero también con algunos votos del Centro Democrático. En esa puja, el partido de gobierno quedó dividido. “Si no apoyar a José Félix era crucial para que el gobierno enviara un mensaje sobre su independencia del Congreso o si Uribe consideraba más estratégico votar por otro candidato, esa información nunca quedó clara o llegó muy tarde”, aseguró a SEMANA la senadora María Fernanda Cabal.

El presidente, para asegurar la gobernabilidad, había tenido la receta de convocar a las bancadas de gobierno e independientes e interlocutar con las directivas de los partidos. Una reunión tuvo lugar pocos días antes de posesionarse, otra en el momento de la elección de contralor y una tercera el miércoles pasado. En esas ocasiones ha quedado claro que no habrá transacciones –mermelada– y que el Ejecutivo busca tener una relación con el Congreso basada en apoyos a temas concretos y no de carácter general.

¿Logrará Duque, sin mermelada, las mayorías necesarias para sacar adelante la compleja agenda de la primera legislatura? No le va a resultar fácil, en especial con los partidos que se declararán independientes –liberales, La U y Cambio Radical–, acostumbrados a las cuotas, a la burocracia y a participar en la definición de la agenda de gobierno. Y cada uno tiene su propia visión e interés. El ex vicepresidente Germán Vargas, por ejemplo, insiste en reivindicar sus propuestas de campaña hasta el punto de que se le ha adelantado al gobierno en proyectos como la reforma a la justicia y la tributaria. Vargas ha insistido en la independencia y hasta rechazó la embajada en Londres.


El presidente Iván Duque  pronunció una alocución justo después de conocer los impresionantes resultados de la consulta y se comprometió a apoyar  los proyectos que la concreten

En el caso de los liberales, después de su rápida adhesión a Duque antes de la segunda vuelta, el expresidente Gaviria, jefe del partido, se ha distanciado del gobierno. Por un lado, porque tenía expectativas de que el Ejecutivo considerara varias hojas de vida que los liberales estimaban con méritos para entrar al gobierno. Por otro, porque siente que no lo han convocado a las reuniones con los parlamentarios. A eso se suma la existencia de un grupo de siete senadores que explícitamente ha rechazado la posibilidad de que los liberales sean gobiernistas.

Y, finalmente, La U, al igual que los liberales y Cambio Radical, viene de ser un partido con representacion de ocho años en el gobierno. A pesar de que no funcionó su intento de articularse con Cambio Radical para elegir un tercer magistrado de ambos partidos en el Consejo Nacional Electoral, en el resto de las decisiones claves hasta el momento han venido trabajando de manera coordinada.

El panorama no es fácil y, por eso, la reunión del presidente Duque con todos los sectores políticos se convirtió en un bálsamo. Paradójicamente, el encuentro fue recibido con mayor escepticismo en los sectores más radicales del Centro Democrático. José Obdulio Gaviria y Rafael Nieto, incluso, sugirieron que hasta pudo haber fraude en las votaciones. Y al igual que Álvaro Uribe, consideran que la consulta es una bandera de izquierda. La presencia de la Farc y de Petro en Palacio les alimenta esa percepción.

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Lo cierto es que Duque –quien en la más reciente encuesta Gallup Poll apenas tiene un 40 por ciento de aprobación, muy baja para la luna de miel– se encontró con una gran oportunidad con el resultado de la consulta anticorrupción. Asociarse con una causa tan taquillera le podría dar al presidente un nuevo aire en el Congreso. A los senadores y representantes no les gusta ir contra la corriente de la opinión pública.

Pero el tiempo apremia. El viernes vence el plazo para que los partidos declaren su estatus y hasta el momento el gobierno no tiene mayorías. El liderazgo contra la corrupción es una estrategia con alto potencial pero nada certifica, por el momento, que sea suficiente como alternativa para asegurar la gobernabilidad sin puestos ni mermelada. Es, eso sí, una excelente manera de conectarse con la opinión y por esa vía de presionar a los políticos para que cambien la manera de hacer política. Un propósito noble pero difícil.