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  En Tibú hay un miedo generalizado. La comunidad sabe que los que mandan son los grupos armados.
En Tibú hay un miedo generalizado. La comunidad sabe que los que mandan son los grupos armados. | Foto: ALEXANDRA RUIZ-semana

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¿Quién los mató? SEMANA llegó a Tibú y siguió los aterradores pasos que terminaron en el crimen de dos menores de edad

SEMANA llegó a Tibú, Norte de Santander, para reconstruir el asesinato de dos jovencitos sorprendidos robando en un comercio. Crónica de un municipio que vive bajo el yugo de los violentos.

16 de octubre de 2021

Minutos antes de ser asesinado, Alexánder José Fernández Rodríguez, de apenas 15 años, alcanzó a confesar su falta y se arrepintió de ella: reconoció que él, junto con Jackson Enrique Arriaga, de 23 años, robaron prendas de vestir de algunos comercios de Tibú, Norte de Santander. Suplicó ante la comunidad enfurecida, que los tenía atados de manos, que le permitieran resarcir su error con trabajo honesto. Estaba dispuesto a cualquier labor para pagar lo hurtado. Pero, en su caso, no hubo una segunda oportunidad.

En el video que circuló por redes sociales se lo ve amarrado, sin pronunciar palabra y con una mirada perdida, de miedo, como aquel que se prepara para lo peor sin quebrarse ante la situación. Su figura endeble apenas resiste estar de pie, mientras que su compañero de aventuras, Jackson, trata de evadir las preguntas de una comunidad furiosa.

 El cuerpo de Alexánder fue trasladado desde la morgue de Tibú hasta Maracaibo, Venezuela.
El cuerpo de Alexánder fue trasladado desde la morgue de Tibú hasta Maracaibo, Venezuela. | Foto: ALEXANDRA RUIZ-semana

La pieza audiovisual fue grabada el viernes 8 de octubre. Horas después, sus cuerpos fueron hallados tirados en una esquina del barrio Largo, a escasos 3 kilómetros de donde fueron retenidos y humillados. La imagen conmovió a Colombia y plantea desde ya un problema diplomático con Venezuela, de donde eran oriundas las víctimas. Alexánder se encontraba boca abajo y aún sostenía su morral vinotinto; las manos seguían atadas con cinta transparente. Nadaba en su propia sangre y portaba un cartel con el calificativo de “ladrones”. Jackson yacía unos metros más adelante, sobre la maleza. Ambos fueron asesinados con tiros de gracia, sin ninguna piedad, y dejados a la intemperie como hacen con los restos de cualquier animal que perece en esta zona.

¿Qué pasó entre la grabación del video y la muerte de estos jóvenes? ¿Quién los asesinó? ¿Quién los entregó? SEMANA llegó hasta Tibú y habló con varias de las personas que aparecen en el video inicial. Todas aseguran que quisieron proteger a las víctimas, pero en esta zona hay poderes superiores con los cuales no se puede dialogar. En este municipio priman las balas y la ley del más fuerte: disidencias de las Farc y el ELN mantienen el control de lo ilegal y no se mueve una hoja sin que ellos lo autoricen.

Un viaje a la muerte

La noticia del asesinato de Alexánder viajó 574 kilómetros en menos de 24 horas. Su tía Noeli Rodríguez había invertido, minutos antes, unos cuantos bolívares para tener internet en su celular. Eso en una ranchería indígena wayúu de Maracaibo, Venezuela, es un privilegio que se dan pocos. Ella reconoce que quería tener su móvil con comunicación para recibir la llamada de su sobrino, quien 19 meses antes viajó a Colombia con la promesa de conseguir recursos para lograr que los médicos de ese país trataran a su mamá y lograran intervenirle un agresivo cáncer de ovario, que la mantiene apenas lúcida.

El Control al ‘aprovechamiento político’ de la tragedia de dos jóvenes en Tibú

Alexánder atravesó 574 kilómetros para alargar el tiempo de vida de su mamá. Y, aunque varias personas le advirtieron que era casi un imposible, sus sueños de muchacho tímido pesaron más en su decisión de empacar maletas. Noeli no lo vio más hasta aquel día cuando el video circuló en varios perfiles de Facebook. No alcanzó a ver la pieza completa para darse cuenta de que se trataba de su sobrino. “Ese es Alexánder”, gritó. No hubo más palabras, sino una vociferación asimétrica que estremeció a la pequeña ranchería.

En un video familiar entregado a SEMANA, se ve a Alexánder compartir con su familia en diciembre pasado. Siempre sonriente y en compañía de los animales, que eran su gran pasión. Sus ojos reflejan la inocencia de quien aún no conoce el mundo, pero tiene lo necesario para ser feliz. “El trabajo que le prometieron en Colombia fue de raspachín”, contó Noeli. Aunque ahora tiene la certeza de que las cosas por ese lado no se le dieron. En esa travesía de necesidades, Alexánder conoció a Jackson. El resto de la historia quedó plasmada en varios videos de seguridad.

Los jovencitos tomaron varias prendas de vestir de una boutique del centro de Tibú y las echaron en un maletín. Luego se despidieron y abandonaron el sitio. Los comerciantes circularon ese video y un par de días después fueron sorprendidos mientras trataban de aplicar la misma estrategia en otro comercio. En la última imagen de Alexánder y Jackson, permanecieron más de 30 minutos atados de manos hasta que en escena apareció Roque Antonio González, un reconocido líder y presidente de Domiciliarias –una agremiación de mototaxis–, quien aseguró en video que a partir de ese momento él se haría cargo de los muchachos.

La imagen siguiente son los cadáveres de los jóvenes con tiros de gracia. ¿Qué pasó en el intermedio? “Había gente que quería golpearlos, y yo pretendía trasladarlos a la estación de Policía”, le dijo Roque a SEMANA. Aseguró que hicieron varias llamadas para que uniformados llegaran por los jóvenes retenidos, pero esos pedidos de auxilio nunca fueron atendidos; y no porque la Fuerza Pública no quisiera, sino que es tan compleja la situación de seguridad en ese municipio que una salida en falso de cualquier uniformado le puede costar la vida. No obstante, la Policía aseguró que no recibieron ninguna llamada.

Con esa situación, a Roque y a varias de las personas apiñadas a las afueras del establecimiento comercial se les ocurrió pasear por el pueblo a los jóvenes, con el rótulo de “ladrones”, para darles un escarmiento, pero la situación se salió de control. “Fue un error lo que pasó”, afirmó.

Yo quería llevarlos a la Policía para que no corrieran la misma suerte de todos los ladrones. Cuando ya los vamos a trasladar, la señora del comercio me dice que salga y hable con la gente para que no tomen represalias con los niños (...) Cuando ya vamos a salir, siento un empujón; yo al ver eso empujo también a la persona hacia afuera y, en ese momento, él sacó una pistola, pero no se identifica como miembro de ningún grupo, solo dice que vienen por los niños”, relató Roque. Agregó que hicieron varias maniobras para proteger a los jóvenes, pero la situación era insostenible: “Yo regreso y digo que ya no vamos a poder pasear los niños, sino que toca llevarlos con prontitud a la Policía”.

“En ese momento me dio rabia, porque, de tantas personas que había ahí, solo tres tratamos de resguardar la vida de esos niños. Ya los íbamos a sacar cuando llega un mototaxi y nos dice: no los saque porque ahí están. Entonces, yo ya veo otra vez al man que ya venía con la pistola en la mano, y me dice, si usted se mete, lo mato”. Roque aún se reprocha esos momentos en los que la vida de esos dos jóvenes se le fue de sus manos.

Nosotros tenemos parte de culpa, pero no somos responsables de lo que pasó. La gente no reaccionó por el temor que se vive aquí día a día”. El personero de Tibú, John Jairo Ascanio, trazó un breve panorama de eso que narró Roque: “Este es el año más violento, hemos tenido más de 50 homicidios selectivos y más de ocho feminicidios”. SEMANA pudo constatar cómo en el barrio Largo el control de las disidencias de las Farc y el ELN (que han firmado una tregua y ahora comen en la misma mesa) es absoluto y atemorizante.

Los policías de Tibú saben que cualquier paso en falso significa la muerte, y ellos mismos han sido testigos de cómo sus compañeros caídos fueron víctimas de llamadas para reportar falsos casos de alteración del orden público. Ese municipio cuenta con el triste récord de ocho miembros de la Fuerza Pública asesinados en los últimos meses. También una fiscal fue víctima de la aguda violencia de esta zona. El alcalde de Tibú, Nelson Leal, es consciente de que están peleando con un monstruo de mil cabezas. “La delincuencia nos ganó, ya se apoderaron del municipio. Pedimos perdón por lo que pasó”, dijo el mandatario.

Mientras las culpas van y vienen, y los pedidos de perdón se hacen efectivos, los cuerpos de Alexánder y Jackson llegaron a Venezuela, donde finalmente fueron sepultados. Sus muertes son el reflejo de la barbarie rampante que parece tomar cada día más fuerza. Cayeron en manos de quienes piden segundas oportunidades, pero no las ofrecen, aquellos que solo hablan en el lenguaje de la violencia.